Con el tiempo, fue mi madre la que empezó a quejarse de que el ruido que producían los relinchos de un caballo tampoco la dejaban dormir. No hubo manera de convencerla de que en la casa no había ningún caballo. Mi padre, que nunca asumió que ella estaba enloqueciendo, nos decía que quizás todo fuese el jaleo de algún gato.
Desde entonces han pasado muchos años y ahora soy yo la que desde hace varios meses tampoco puede dormir. Me lo impide el sonido de una trompeta que un negro se pone a tocar tan pronto como llega la media noche. Creo que las mujeres de mi familia somos sensibles a las cosas extrañas. El caso es que a mi abuela y a mi madre nunca se les ocurrió ir al médico para tratarse la causa de esos desvaríos. En aquellos tiempos nadie hacía eso. A mí, sin embargo, una amiga me ha dicho que debería consultarlo con el Doctor Brenes, un tipo que atiende por internet asuntos de brujerías. Lo he hecho, y él, tras hacerme rellenar un montón de fichas, ha zanjado el asunto diciendo que no encuentra ningún motivo que no tenga tratamiento para mi extravío y me ha indicado que tome varios brebajes “de la felicidad” con los que pronto, si sigo las instrucciones que me irá impartiendo en próximas consultas, pondré en fuga al trompetista. Como por cada consulta virtual tengo que pagar quince euros con tarjeta de crédito, yo, cautelosa en estas cosas, he decidido que es preferible no hacer uso de las pócimas. En su lugar, me tomaré todas las noches una buena taza de chocolate.
Y la verdad es que he acertado. Hace ya catorce noches que el hombre de la trompeta ha dejado de molestarme. Lo malo es que tengo miedo de que el Doctor Brenes, al notar que no he vuelto a consultarle, me haya embrujado, ya que ahora, ni de noche ni de día, consigo quitarme de la mente la canción de los negritos del Cola Cao.
Muy bueno el relato, con un final sorprendente y gracioso. Y de paso eres un crack de la fotografía.
ResponderEliminarUn abrazo.
Macondo me alegro de que te haya gustado...
EliminarUn abrazo
gracias por comentar
ResponderEliminarGracias a ti, Recomenzar...
EliminarTodo sugiere que las mujeres están más predispuestas a abrirse a esos mundos desconocidos...
ResponderEliminarUn abrazo, amigo
Bonito cuento. He conocido a dos mujeres de pueblo, muy normales, con verdaderos poderes de adivinación sin deseo lucrativo alguno. Saludos.
ResponderEliminarEs algo más frecuente que lo que habitualmente se admite... Yo, al menos, lo veo así...
EliminarGracias por tus palabras, Mara
Has logrado divertirme en una noche... en la que no consigo dormirme!
ResponderEliminarRecibe un gran abrazo y felicidades en el día de tu santo!
Gracias, Marcelo... Te agradezco tus palabras y me alegro de que te haya divertido el relato. Un abrazo, amigo
EliminarUna herencia hipocondríaca y medio esquizofrénica.
ResponderEliminarEl final, lo bordaste.
Gracias por tu visita, me quedo por aquí con tu permiso.
Besos brujitos ;)
Gracias, Zarzamora, por tus palabras... Yo también me quedo con tu blog...
EliminarUn abrazo
A veces el remedio es peor que la enfermedad
ResponderEliminarLa vida suele ser algo mas complicada de lo que querríamos...
EliminarTe agradezco tus palabras, Marcos
Jajjaja ay el colacao...
ResponderEliminarViva el chocolate!
Besos.
Viva, siempre viva, el chocolate...
EliminarSobre todo, el negro con almendras...
Ja,ja,ja...
Un abrazo
Que graciosa esta historia, me recordó a alguien que cuando llega la madrugada si no toma su cola cao, no duerme...
ResponderEliminarAgradezco tu paso por mi rincón :))
Un abrazo
Gracias por tus palabras, Julieta... Me alegro si el relato te hizo sonreir
EliminarUn abrazo
La foto me encanta!!! la historia también,pero yo hace algunos años escuchaba una música en la madrugada..... !!!
ResponderEliminar=))))
Liliana... ¿Y que pasó...?
EliminarGracias por tus palabras, amiga
Un abrazo
Ja, ja, buen final, Ildefonso. Me quedo por esta nueva casa tuya. Un abrazo, artista.
ResponderEliminarUn abrazo, David... Gracias por tus palabras
EliminarExcelente relato, mantienes la intriga hasta el final y este es muy acertado, lleno de fino humor.
ResponderEliminarAbrazos!!
Me alegro mucho de que te haya gustado, U-topia... No pretendía sino pasar de lo sobrenatural o lo humorístico...
EliminarUn abrazo, amiga
¡Ummm! Una taza de chocolate, el mejor de los remedios. Y dónde va a parar, la canción de los negritos del colacao, una nana para tener felices sueños. ¡Qué buen relato Ildefonso! Me ha encantado y yo que no te había descubierto en esta faceta porque fotógrafo eres extraordinario.
ResponderEliminarUn abrazo
Pilar me alegro de que te haya gustado este relato, un tanto enloquecido...
EliminarUn abrazo fuerte, amiga
Voy a seguir tu consejo, Ildefonso, en mi caso son guitarras ... empezaré hoy mismo con el chocolate.
ResponderEliminarFeliz noche
Sea siempre bienvenida una taza de chocolate... Ja,ja,ja...
EliminarUn abrazo
Con permiso, he hecho el Reblog: https://etarragof.wordpress.com/2016/02/01/anochecer-infinito-blog-de-cuentos-mujeres-en-la-noche/
ResponderEliminarMe alegro de que te haya gustado este relato. Gracias por tus palabras. He visto tu publicación, pero no he podido dejar un comentario, supongo que por pertenecer a distintas plataformas.
EliminarUn abrazo, amigo
Maravilloso relato de "locos", Ildefonso, en mi caso hablo sola y hasta con las piedras, ja, ja. Pero también prefiero el chocolate como remedio, aunque yo en tableta y bien negro.
ResponderEliminarEl final me ha hecho reír, le canto la canción del negrito de África tropical a mi nieta de tres años, que le encanta.... y la cantamos a dúo, escenificando cuando el boxeador boxea que es un primor.
La foto, preciosa, como siempre.
Un beso,
Ay, Tesa, yo también soy de chocolate negro, en tableta, y a ser posible con almendras...
ResponderEliminarJa,ja,ja,,,
Y de niño, me crié con la canción del Cola Cao...
Un abrazote, y el deseo de una semana feliz