jueves, 10 de marzo de 2016

Tiempo de carnaval





La noche en que soñó que se iba a morir, el hombre que escribía cuentos se despertó animado. Tras varias horas de confusión, se sentía vivo y pensó que era un buen momento para enfrentarse a un cuento. “No puedo desaprovechar -se dijo-, esta ocasión de escribirlo.” Se sentía con fuerzas.

En el cuento que acudió a su mente se veía rodeado de amigos. Estaban celebrando una fiesta de carnaval y todos parecían divertirse. Fue al poco cuando se dio cuenta de que algunos de ellos habían muerto hacía tiempo. Para su sorpresa, en aquella fiesta los vivos y los muertos convivían de un modo natural. Le costaba reconocer a algunos de ellos, disfrazados como estaban, pero todos, en sus trajes, se veían contentos. Reparó además en que allí estaban algunos que ni siquiera habían vivido. Eran gentes a las que él solo había soñado. Entre otros muchos, transformada en zíngara, podía ver a la monja Polonia, y a su lado, como en el cuento, al diablo. También estaba allí, impartiendo guiños, Sophie, la escapista de Nueva York. Se había disfrazado de bailarina de cabaret.

Aquella mezcla de gentes lo tenía confuso pero todos estaban muy animados y la parranda se fue prolongando. Hubo de pasar mucho tiempo antes de que en algún momento, poco a poco, sus amigos comenzaran a irse. Muchos de los vivos se fueron andando, ya que habían bebido demasiado y no eran capaces de conducir sus autos. Los muertos y los irreales, los de los puros cuentos, simplemente se esfumaban, pero todos, antes de irse, le daban un abrazo de despedida, que él sentía muy cálido.

Al fin, él, que también había bebido demasiado, decidió que había llegado el momento de irse, pero uno de sus amigos le dijo que eso ya no era posible. No iba a poder regresar a su casa. Ahora, su destino era otro. No le hizo caso y fue a despedirse de la Señorita C., que vestía un raído uniforme de soldado napoleónico y también le dijo que tampoco podía irse con él. El tiempo de las ensoñaciones había pasado. Ella tenía que regresar a su cuento y él no podía acompañarlo.

Fue así, dejado a un lado por todos, como el hombre que escribía cuentos se dio cuenta de que la noche en que había soñado que se iba a morir, ciertamente se había muerto y reparó entonces en su madre, a la que hasta ahora no había visto, tan bella, tan joven, transformada en Cenicienta, y cuando ella le tendió su mano, se la cogió al instante y se confió. Sabía que ella le guiaría. “Vamos, hijo -le dijo-, ya no tienes tiempo”.

Cuando caminaba otra vez, como de niño, de la mano de su madre, fue cuando recordó que hacía muchos años, en uno de sus cuentos, ya había predicho que morir no era sino darse cuenta de que a partir de ahora ya no iba a poder estar uno nunca más con sus amigos.





21 comentarios:

  1. placer ver el arte de tus ojos
    y las emociones de tu alma
    cuando nos presentas
    una entrada
    mágica

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    1. Gracias, amiga... Te agradezco tus palabras...

      Un abrazo

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  2. La vida, amigo, no deja de ser un carnaval, pleno de magia, hasta que cierto día todo llega a su fin... La última función da fin...

    Un abrazo

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  3. MAravilloso relato, amigo Ildefonso, realmente precioso.
    Fíjate que a mi el final no me deja poso de tristeza, sino más bien de esperanza, como si el final fuese nada más que otro principio especial y hermoso.
    Un abrazo grande.

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    1. Eme, ojalá al final nos quede la esperanza... Ojalá el final no sea sino otro principio, como dices...

      Un abrazo, amiga

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  4. Una maravilla de relato, también me quedo esperanzada :)

    La imagen es realmente impresionante, tiene una fuerza brutal, el blanco y negro la refuerza, es una preciosidad de retrato.

    Un abrazo

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    1. Gracias, Moni... El retrato se lo hice a un "hombre inmovil", y el fondo era el cielo, ya que estaba subido a una plataforma... Hice la foto en color, pero decidí editarla en blanco y negro para dar mas dramatismo...

      Un abrazo

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  5. Has vuelto a darme la razón en lo que te decía sobre tu comentario en mi blog. Nos pones una imagen para confirmar que más vale una imagen que mil palabras y a continuación tus palabras se encargan de desmentirlo.
    Me ha gustado mucho.
    Un abrazo.

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    1. Macondo, tanto las imágenes como las palabras, a veces, tienen magia... No siempre, pero a veces, quién sabe el motivo, la tienen...

      Un abrazo fuerte

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  6. Ay Ildefonso, me ha encantado, muy buen relato!!!

    Un abrazo muy fuerte =))))

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    1. Me alegro mucho de que te haya gustado, amiga...

      Un abrazote

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  7. Eldefonso, me encantó este relato,precioso de principio a fin. La situación y los protagonistas están muy bien descritos, no le falta detalle. El final tan enternecedor con su madre de la mano es el colofón deseado por todos.
    Un abrazo.
    Puri

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    1. Gracias, Puri... Un cuento con final feliz es lo que, de algún modo, pretendía...

      Un abrazo, amiga

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  8. Pero sí con su madre. Un buen relato que te mantiene pegado a ese peculiar "carnaval". La foto espectacular.

    Besos!!

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    1. Gracias, U-topía, por tus palabras... De algún modo las madres, aquí o allá, están siempre presentes...

      Un abrazo

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  9. Pues mira que yo pienso que después de esto, podrá estar con ellos cuando quiera.

    Me parece que el cuento tiene una belleza victoriana, o al menos así lo imagino yo en mi cabeza.

    Muy bueno compañero.

    Salud!

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    1. Gracías, Óscar, me alegro de que el relato te haya gustado

      Un abrazo, amigo

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  10. Ese paso a la inmortalidad lo haces muy poético, amigo. Ojalá cada uno de nosotros pudiera encontrar la mano de su madre al final del camino.
    La foto que acompaña al magnífico relato no le va a la zaga; es fantástica.
    Un fuerte abrazo, y gracias por compartirnos todo tu arte.

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    1. Gracias, Marcelo, por tus palabras... Me alegro mucho de que este cuento y esta imagen te hayan gustado.

      Un abrazo

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  11. Wow, impresionante la foto, qué fuerza, un retrato que traspasa el difraz y me ha dejado prendada y prendida.

    Me desprendo para leer tu bello relato, que poética manera de pasar al otro lado, Ildefonso.

    Me ha ha venido a la memoría una vez, muy joven, que pensé que me moría, no llamé a nadie, me coloqué bien en la cama, ya que suelo dormir como un contorsionista, cerré los ojos y musité adios esperando que hubiera "algo" bueno al otro lado.

    Una fiesta no estaría mal, y una mano amiga o amorosa mucho mejor.

    Muchos besos, artista

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    1. Cierto, Tesa, ojalá hubiera algo bueno al otro lado, y ojalá viajásemos allá de la mano de una persona a la que amamos...

      Un abrazo fuerte, amiga... Feliz fin de semana

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